Flexión y extensión: Cerrar las manos haciendo un puño
y luego abrirlas muy lentamente, lo máximo que se pueda.
Movimientos circulares: Con un puño cerrado, trabajar
mediante movimientos circulares para flexibilizar los músculos, los tendones y
las articulaciones.
Estirar los dedos: Colocar el pulgar en la base del
dedo meñique de la mano contraria y, presionando suavemente, estirarlo hacia
atrás. Hacer lo mismo con todos los dedos de ambas manos.
Frotación: Frotar suavemente las dos manos unos segundos, como
se hace al lavarlas, e ir aumentando la fuerza de frotación. Finalmente
agitarlas con energía, concentrando la atención en la sensibilidad de los
dedos.
Masajeo: Con una crema o aceite, a los que se les puede
añadir unas gotas de árnica, o una crema específica reparadora, masajear cada
centímetro de ambas manos con la yema de los dedos pulgares, primero de una
mano y luego de la otra. Podemos variar la presión y la velocidad y
entretenernos en puntos donde exista más tensión o incluso dolor.
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